EL QUE NO LEE, NO LEE.
Los mejores y mas vividos recuerdos de mi niñez, tienen que ver con los libros, los cómics, las letras y aprender a leer.
Tengo 42 años y aun recuerdo la noche en que, con tres años, escondida debajo de una silla , porque entonces los niños dormían temprano supe reconocer mi primera A en el título de un “Estudio I”, aquel programa de teatro en televisión. Fue algo revelador. Hasta entonces, yo solo veía los dibujos , los colores y me imaginaba que podían decir esos personajes en esas letras metidas en un globo dentro de la viñeta.
Mis padres querían que leyéramos, pero como no había dinero para comprar libros, cómics ni casi de nada, existían los kioscos , o portales donde se cambiaban los tebeos por un real ( ¼ de peseta ), cada ejemplar, hasta que se caían de viejos, literalmente.
Como yo era la pequeña, mis hermanos eran los que los cambiaban y el reparto iba de este modo, uno del Corsario de Hierro, otro del Jabato, el Hazañas Bélicas para mi hermano mayor y el Mortadelo y Filemón o variedades ( Pepe Gotera y Otilio, Botones Sacarino). Nos lo íbamos pasando, primero yo por supuesto, porque como no leía terminaba antes y así teníamos para pasar, al menos un día, la novedad y luego hasta que volvíamos a sacar dinero para el cambio los releíamos hasta aprenderlos de memoria.
Entonces ocurrió algo maravilloso , mi padre , que era albañil y estaba realizando una obra en el chalet de un abogado, nos trajo varios libros de Von Daniken. A esa entrada de libros siguió varias más. Era estupendo ver a mi padre , un hombre que con cuatro o cinco años de edad ya trabajaba y era castigado cuando se escapaba a la escuela, entrar por el patio con los libros y como se los arrancábamos.
Mi primer libro fue uno de relatos de terror de Stephen King. Tenía cuatro años y fue el comienzo de una historia que sólo se acabará cuando no pueda físicamente leer o mentalmente entender lo que leo, espero que muy tarde.
Estoy totalmente segura de que si mi historia no fuera como es, yo ahora quizás no leería, no es una costumbre , es una necesidad , una dependencia de mi mente y mi imaginación, una gimnasia mental sin la que no puedo estar y que me ha salvado del hastio , la pena, el cansancio y de tantas y tantas cosas que te pasan durante la vida de las que a veces es bueno y sano evadirse.
Quizás esté equivocada , pero basándome en mi experiencia, de la gente que he conocido, sólo he podido hacer tres grupos , dos muy amplios y uno muy pequeñito.
Todos , ya veréis son muy fáciles de reconocer, se dividen entre , los dos mayores , los que leen y los que no leen, y el pequeñito que son los que no leían porque no habían tenido opción a hacerlo y cuando comienzan no paran.
Mi desesperación como es fácil ver es con uno de los grupos grandes , que no lee, o sea que por mucho que las campañas del ministerio de cultura saquen libros pequeñitos , gratuitos, prensa regalada , facilidades de todo tipo ..... no lee, porque el primer grupo siempre encuentra la manera de hacerlo, y como lo necesita , si no tiene , lo pide prestado , se quita de otra cosa, marca prioridades , pero el que no lee , no va a leer un periódico o un libro porque sea mas económico o lo regalen, ya que el coste no es el problema,; el problema es que no lee, que no ha leído, que no le importa y que no piensa hacerlo. La tristeza son esos niños criados en casas donde no existe el hábito y que por ello no lo van a coger. Es muy difícil, solucionar un problema que a mi punto de vista no tiene mucha solución; la única solución es incentivar la lectura en los niños, los adultos no tienen remedio.
Ana María Fernández Torres
Los mejores y mas vividos recuerdos de mi niñez, tienen que ver con los libros, los cómics, las letras y aprender a leer.
Tengo 42 años y aun recuerdo la noche en que, con tres años, escondida debajo de una silla , porque entonces los niños dormían temprano supe reconocer mi primera A en el título de un “Estudio I”, aquel programa de teatro en televisión. Fue algo revelador. Hasta entonces, yo solo veía los dibujos , los colores y me imaginaba que podían decir esos personajes en esas letras metidas en un globo dentro de la viñeta.
Mis padres querían que leyéramos, pero como no había dinero para comprar libros, cómics ni casi de nada, existían los kioscos , o portales donde se cambiaban los tebeos por un real ( ¼ de peseta ), cada ejemplar, hasta que se caían de viejos, literalmente.
Como yo era la pequeña, mis hermanos eran los que los cambiaban y el reparto iba de este modo, uno del Corsario de Hierro, otro del Jabato, el Hazañas Bélicas para mi hermano mayor y el Mortadelo y Filemón o variedades ( Pepe Gotera y Otilio, Botones Sacarino). Nos lo íbamos pasando, primero yo por supuesto, porque como no leía terminaba antes y así teníamos para pasar, al menos un día, la novedad y luego hasta que volvíamos a sacar dinero para el cambio los releíamos hasta aprenderlos de memoria.
Entonces ocurrió algo maravilloso , mi padre , que era albañil y estaba realizando una obra en el chalet de un abogado, nos trajo varios libros de Von Daniken. A esa entrada de libros siguió varias más. Era estupendo ver a mi padre , un hombre que con cuatro o cinco años de edad ya trabajaba y era castigado cuando se escapaba a la escuela, entrar por el patio con los libros y como se los arrancábamos.
Mi primer libro fue uno de relatos de terror de Stephen King. Tenía cuatro años y fue el comienzo de una historia que sólo se acabará cuando no pueda físicamente leer o mentalmente entender lo que leo, espero que muy tarde.
Estoy totalmente segura de que si mi historia no fuera como es, yo ahora quizás no leería, no es una costumbre , es una necesidad , una dependencia de mi mente y mi imaginación, una gimnasia mental sin la que no puedo estar y que me ha salvado del hastio , la pena, el cansancio y de tantas y tantas cosas que te pasan durante la vida de las que a veces es bueno y sano evadirse.
Quizás esté equivocada , pero basándome en mi experiencia, de la gente que he conocido, sólo he podido hacer tres grupos , dos muy amplios y uno muy pequeñito.
Todos , ya veréis son muy fáciles de reconocer, se dividen entre , los dos mayores , los que leen y los que no leen, y el pequeñito que son los que no leían porque no habían tenido opción a hacerlo y cuando comienzan no paran.
Mi desesperación como es fácil ver es con uno de los grupos grandes , que no lee, o sea que por mucho que las campañas del ministerio de cultura saquen libros pequeñitos , gratuitos, prensa regalada , facilidades de todo tipo ..... no lee, porque el primer grupo siempre encuentra la manera de hacerlo, y como lo necesita , si no tiene , lo pide prestado , se quita de otra cosa, marca prioridades , pero el que no lee , no va a leer un periódico o un libro porque sea mas económico o lo regalen, ya que el coste no es el problema,; el problema es que no lee, que no ha leído, que no le importa y que no piensa hacerlo. La tristeza son esos niños criados en casas donde no existe el hábito y que por ello no lo van a coger. Es muy difícil, solucionar un problema que a mi punto de vista no tiene mucha solución; la única solución es incentivar la lectura en los niños, los adultos no tienen remedio.
Ana María Fernández Torres
3 comentarios:
Es muy fácil observar esos grupos.
En un mismo día vi uno de cada de los mayores.
En mi ascensor por la mañana ví a un niño, muy pequeño con una paloma cogida por la cola, martirizándola ... a ese niño, vecino mío, jamás le ví un libro en la mano.
Más tarde, en la libreria (en nuestra pequeña Alejandría, en "En Portada") se me caia la baba al ver un niño de la misma edad apremiando al padre, que ya llevaba unos cuantos comics a caja, que le comprara tal número de últimate de Spiderman o cual de colección regular de X Man ... lo bonito era que hacia sobre la marcha un resumen del ejemplar anterior a fin de convencer al padre de que era "necesario" que le comprara dichos ejemplares a fin de seguir la historia.
Sobre los adultos que no tienen remdido: pués eso, sin remedio, para leer o para lo que sea a mi no se me ocurre nada. Lo peor es la cerrazón tan tópica, por ejemplo, sobre el tebeo, esas miradas bobaliconas incapaces de comprender porque no se salen de la idea del tebeo para niños. Y es que la madurez no es un concepto exácto.
¿Lo más triste? La limitación del ocio; ya no es tener o no complejo de Peter Pan, es que los adultos sufrimos el peligro de que se nos atrofie la curiosidad, el interés, la apertura de experiencias que ofrece el entretenimiento y sí, en cierto modo, la pasión, entusiasmarse por algo alegremente, resultando en diversión.
Mensaje para los bomberos de Fahrenheit 451: me quitareis mis comics de mis manos muertas.
Lo peor es cuando un crío que tras discutir con su progenitor A O B, para entrar en la tienda, y cuando le pregunta al mencionado progenitor si le compra tal o cual tebeo, este dice " ¡uy, que caro!!, déjalo ahí y otro día te lo compro... Seguramente no le peracen ta caras otras "necesidades" como contratar el partido semanal del canal satélite, o tomarse dos cubatas con los amigos, o cualquier parida de la que se pueda encaprichar, pero eso sí, el tebeo que el crío quería era un lujo innecesario...
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