Cuenta la Biblia:
“Y Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza; macho y hembra hízoles. Y bendiciéndoles, les dijo: Creced y multiplicaos”.
Con este capítulo del Génesis, Dios relata la creación del hombre y la mujer, y de este modo, conocemos la versión teológica del origen de nuestros primeros padres, a los que el propio Dios anima a hacer la caidita de Roma, para llenar así el mundo y no le falten adoradores.
Incontables años después, otro hacedor llamado Stan Lee, empieza a crear su propia Génesis de un mundo recortado por abismos y tinieblas repletas de supervillanos, con un firmamento cuajado de razas alienígenas y Dioses asgardnianos, al que riega con aguas contaminadas del feudo de Namor, y asienta sobre una tierra salvaje decorada con rascacielos y bases secretas sin fin. Después, al sexto día, y tal y como hizo aquel al que pretendía calcar, Stan creó a sus personajes, los encargados en lo sucesivo de adorarle y padecer los designios de sus guiones, y se quedó sin el séptimo día de asueto por causa de los malditos plazos de entrega.
Sin embargo, y contrariamente al Génesis original, Stan Lee excluyó premeditadamente del molde de barro primigenio, a los progenitores genéticos que por fuerza debían tener sus criaturas; como si con ello quisiera evitar la más pequeña posibilidad de sombra hacia esa absoluta tutela que desde ese instante había decidido ejercer en el adiestramiento de su amada prole. Y de esta guisa, en vez de hacer al hombre, Lee mandó a los Kirby, Ditko y compañía, dibujar al hijo del hombre, usando en su engendro tal y como ahora veremos, una imagen muy semejante para con todos ellos.
Si hiciese del psicoanalista que no soy, podría conjeturar por mero atrevimiento, que sus actos pudieron emanar de algún tipo de complejo edípico que por entonces debía recubrirle el subconsciente con las apreturas de un simbionte. O tal vez, que todo se debió a una especie de síndrome mal curado y pernicioso, que provocaba que todo primer grado de consaguinidad redundase por costumbre a favor de la escasa parentela de los finados. Pero sea como fuere, y tal y como se desarrollaría en la mejor novela de Agatha Cristhie, Stan jugaba su papel de Dios cargándose a los papás de unos y otros antes incluso de que se hiciese la luz, dejando a los futuros superhéroes a su nada hedonista suerte, para que no tuviesen mas apoyo que el empedrado camino de buenas intenciones que él mismo les tenía preparado, y la promesa de unos superpoderes que casi ninguno pidió como parte compensatoria del trato.
Una putada vaya, que quien mueve los hilos de tu destino te quite a tus padres por obligado cumplimiento, ofreciéndote a cambio la facultad de pegar saltos acrobáticos con los calzoncillos por encima de los pantalones, que seas capaz de lanzar rayos por ojos y manos, que puedas prenderte fuego a lo bonzo y estirarte como el de los chicles boomer, o te conviertas cada vez que te cabrees en un monstruo verde de calzones irrompibles y dos metros diez de estatura.
Si por Stan fuera todas sus criaturas habrían nacido sin ombligo y sin un perrito que les ladrase.
Porque de acuerdo que para la formación de un héroe se necesita hacerle pasar por el tamiz de las dificultades. Pero es que a Stan no le valía con hacer naufragar a sus criaturas en el ejercicio de su vida privada. No. Además debía ponerles una plancha de plomo sobre la espalda. Y no solo a ellos, si no a la gran mayoría de personajes que se asomaban por aquellas páginas de riguroso blanco y negro: Mary Jane Watson, Harry Osborn, Gwen Stacy, Alicia Masters, Betty Ross, Lady Dorma, …, son solo unos pocos ejemplos de un largo etcétera de secundarios, a los que por mero capricho del guionista, se les hacía pasar las de Caín con exactitud prusiana. Ni más ni menos que el mismo ritual que tuvo para con los padres de todos sus héroes, a los que como he dicho, no solo les envió en un coche fúnebre a dormir el sueño de los justos, sino que además se empeñó repetitivamente en denigrar el recuerdo que les dejaría a sus hijos y a la fiel parroquia de lectores.
Sirva como ejemplo, el hecho de que a los padres de Peter Parker les acusó de traición, y a su tío lo asesinó antes de iniciarse su colección. El padre de Steve Rogers, antes de morir se ocupo de arruinar a su familia en la depresión económica de los años treinta. A los papás de La Viuda Negra se los cargó cuando está tenía tres años, quedando la niña a cargo de Iván, uno de esos ángeles guardianes que tanto gustaban en la casa de las ideas, y que (toma castaña) ejercía de chofer de su ahijada. El padre de los hermanos Summers jugaba a Han Solo bajo el seudónimo de Corsario, mientras sus hijos se pudrían en el orfanato de Mr. Siniestro. A Tormenta la puso a robar carteras en el Cairo, pues sus padres naturalmente fallecieron. El de Bruce Banner era alcohólico y parricida; mató a su mujer por celos del pequeño Bruce, e ingreso en un manicomio. El papá de La Cosa también le daba al morapio, y como el de Banner mata a su mujer a disgustos, lleva a la delincuencia de la calle Yancy a su primogénito, y el pobre Ben al igual que antes hizo Peter se va a vivir con sus tíos, con lo que estos tenían seguro diñarla por coger el testigo de su figura paterna. A Mr. Fantástico le abandona su padre para marcharse al futuro en un aparato de su invención. A la madre de Elektra la asesina su propio hermano, y su padre muere colateralmente en su secuestro. Matt Murdock no llega ni a conocer a su madre (aunque esto lo discutió Frank Miller en su maravilloso Born Again), y su padre es un boxeador fracasado que es asesinado por negarse a amañar un combate. El padre de Lobezno muere asesinado por el guarda de su finca, con lo que a continuación su madre se suicida. Los padres de Namor mueren una vez cumplida su sagrada misión de cohabitar por vez primera un humano con una atalante. Y lo de Tony Stark, y los de Susan Storm y etc, etc, etc …
Estos son algunos de los ejemplos mas representativos de que a los héroes de la factoría, les estaba vetado tener padre y madre desde antes del número uno de sus respectivas colecciones. Héroes cuyos padres se emborrachaban, hundían la economía familiar con negocios condenados al fracaso, parricidas, y muy dados al abandono familiar. Por no aburrir no entraré en detalles sobre la orfandad de más superhéroes de padres beodos como el de Ojo de Halcón, ladrones como el caso de Remy Lebeau (Gambito) y de ricos empresarios de dudosa moral como los de Janet van Dyne (La Avispa) y Warren Worthington (Ángel). A unos pocos, como fue el caso de Wanda y Pietro Maximoff, con un punto de mala baba, Stan tiró de estilo Skywalker para dejarles un padre genocida. Y a otros como Thor y Hercules, su padre como excepción a la norma no era malo, pero solo porque este era el padre de todos los demás, ya que voila, eran dioses supremos.
Lo dicho. Que en el Universo Marvel, el destino barajaba las cartas para que solo las jugase Stan Lee. Y este las jugaba como Dios o como si fuese el mismísimo Mefisto.
“Dios S.A.” que citaba Rius. Alfonso Zúñiga 14 de Marzo de 2007
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2 comentarios:
Eso no son historia de superheroes, son ¡Falcon Crest mezclado con Dallas!
¿Y que le pasaría Stan con sus padres? A saber...
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